Al calor de la chimenea
Con más de 3.060 horas de sol al año, puede que Málaga no sea la provincia más fría de Andalucía y menos el rincón más helado de España. Pero en realidad, no importa el lugar del planeta donde nos ubiquemos para disfrutar de los placeres intrínsecos que conlleva una buena chimenea.
Desbancada por las comodidades de calefacción central y las estufas, la chimenea ha dejado de ser el centro de calor de los hogares para convertirse en un elemento decorativo más. De madera, de piedra vista, de mármol, se han convertido en símbolos de culto dentro de diseño de interiores. Como los libros de papel, los vinilos o una buena conversación, pueden ser sustituidos por un Ebook, un canción en Spotify o un grupo de whatsApp, la chimenea ha encontrado al nuevo miembro de su familia en el mágico botón de la calefacción. Pero, aunque la funciones de estos artilugios es la misma que la de antaño (leer, escuchar música o calentar una habitación), carecen de la cualidad de ser un generador constante de emociones. La tediosa labor de ir a buscar leña, prepararla, encenderla y comenzar a visualizar las llamas es todo un ritual que conlleva el ruido de los troncos quemándose y el olor que se desprende a hogar.
La chimenea simboliza en cierta medida la necesidad de calor humano. Desde épocas remotas en la que los hombres primitivos prendían fogatas, fue el elemento que provocó la concentración de seres humanos a su alrededor, con el fin primordial de protegerse de los depredadores y procesar alimentos. El fuego ofreció la supervivencia ante un ambiente hostil y promovio la socialización de los individuos y la formación y refuerzo del concepto de familia. Con el paso del tiempo, el fuego se fue haciendo indispensable en el transcurso de la evolución humana y hoy aparece en su versión moderna en la cocina, en el aseo y en las temporadas de frío para calentar la vivienda.
La chimenea en el diseño de las casas de Málaga no ha sido relevante porque la temperatura media de esta región ronda los 19 grados centígrados con un clima templado y escasas precipitaciones; sin embargo, su uso se ha desarrollado en los hogares más como un componente decorativo a lo largo del año y como calefactor en los días contados de invierno. Es un elemento concentrador de personas por antonomasia en torno al calor del fuego, que favorece y fomenta la convivencia entre integrantes de una familia. El concepto inicial de calor del fuego ha ido evolucionando desde sus orígenes como herramienta para ahuyentar depredadores hasta convertirse en una aparato de confort térmico, dando una gran oportunidad para el acercamiento mediante la locución de un grupo de personas.
Las expresiones formales de una chimenea pueden ser de soluciones infinitas, pero el efecto del fuego en el individuo es invariable: la penumbra, el movimiento de las llamas, el sonido del aire rasgado por las llamas, el olor a leña combustionada, los efectos de luz danzante… convierten a la chimenea en un factor arquitectónico desestresante, el fuego al servicio del ser. Cuando dos personas humanas conviven frente al calor de una chimenea, están predispuestas a lograr un intercambio de palabras, de miradas y emociones que se inician desde las sensaciones, sin importar si se encuentran en Málaga, Siberia o en Madagascar.